Familias de personas desaparecidas realizaron una posada simbólica en la capital veracruzana, un acto que transformó el dolor en memoria y la ausencia en un llamado a no olvidar a quienes aún no han regresado a casa.
Para estas familias, diciembre no es sinónimo de celebración. Las luces, las cenas y los encuentros contrastan con el silencio que dejó la desaparición de un hijo, una hija o un ser querido.
En muchos hogares, la mesa sigue incompleta y una silla permanece esperando, como recordatorio de una ausencia que duele, pero que también mantiene viva la esperanza.
Posada en memoria a los desparecidos en Veracruz
La posada no fue una fiesta tradicional. Fue un espacio de recogimiento, de unión y de exigencia colectiva.
A través de cantos adaptados y símbolos propios de la temporada, las familias expresaron su búsqueda y el amor que permanece intacto pese al paso del tiempo.

Este tipo de actividades permiten a las familias reunirse, compartir su duelo y mantener viva la memoria de quienes no están. También buscan generar conciencia social, recordar que la desaparición no termina con el paso de los días y que detrás de cada caso hay historias, hogares y afectos marcados por la incertidumbre.
Las familias siguen esperando respuestas y continúan en la búsqueda, convencidas de que la ausencia no borra el amor ni el derecho a volver a casa.
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