En miles de hogares, el televisor nunca se apaga y el sonido de notificaciones es constante. Allí, los niños aprenden a ver el mundo a través de una pantalla… pero a un costo preocupante.
Irritabilidad, aislamiento, insomnio, ansiedad y pérdida de habilidades sociales son solo algunas consecuencias del uso excesivo de tecnología en la infancia. Lo que parecía solo entretenimiento, ahora es un riesgo silencioso para su desarrollo emocional y físico.
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La ciencia es clara: sin acompañamiento adulto, los efectos se agravan. Dormir con el celular, reemplazar el juego físico o mirar una pantalla en lugar de un rostro humano, afecta su empatía, lenguaje y capacidad para autorregularse.
La tecnología no es el enemigo… pero tampoco debe ser su única compañía.
¿Crees que como sociedad estamos educando a los niños para vivir en equilibrio digital?
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